En una situación de transición entre la ciudad de Meyrin y el espacio agrícola alrededor de la ciudad, la trama aparece como una oportunidad de diálogo entre la arquitectura de los años sesenta y su interpretación arquitectónica propuesta en el borde del espacio urbano. En este contexto, el volumen debe apropiarse de los elementos presentes para ofrecer un proyecto integrador.

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Partiendo del espíritu del patrimonio vegetal existente, la intervención extiende la atmósfera natural del sitio a toda la parcela. Con la reutilización de los terrenos desplazados en la fase de movimiento de tierras, el proyecto propone la creación de una serie de montículos de tierra vegetal creando discontinuidades en la topografía, dando lugar a nuevos grupos de plantaciones. Como resultado, los visitantes se encuentran en un territorio de descubrimiento, donde las perspectivas visuales están delimitadas por la vegetación, enmarcando paisajes y lugares notables. Así, la intervención sobre la topografía genera la creación de espacios a escalas variables, con atmósferas que permiten tanto el encuentro como la contemplación.

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